¿Las reglas o el amor?

El contrato matrimonial existe, válgase la redundancia, en todos los matrimonios. No es algo que se firme antes de casarse… ¡lamentablemente! Pues si la formulación y firma de un contrato matrimonial antes de dar el sí fuera una práctica común y aceptada, sin duda el enorme porcentaje de divorcios de la actualidad se reduciría en gran medida.

Pensemos por un momento en los elementos de cualquier contrato: hay dos partes que se comprometen a hacer algo a cambio de algo que le dará la otra parte, y también establece qué pasará si alguna no cumple aquello a lo que se está comprometiendo. De modo que los contratos nos protegen, nos dan seguridad y evitan muchísimos conflictos en el plano legal, puesto que cada persona adulta es responsable de hacer cumplir su palabra y de no ser así, hay instancias encargadas de imponer las consecuencias de tal incumplimiento. ¡Qué bonito, ¿verdad?!

Pero en los matrimonios no funciona así. Lamentablemente las palabras regla, compromiso, deber y obligación… por alguna razón han quedado excluidas del lenguaje del amor, ése que se utiliza en la etapa del romance. Así, está prohibido para cualquier novio embelesado establecer las reglas del juego que está a punto de jugar para toda la vida: esas son cosas de abogados y no tienen nada que ver con la hermosa nube rosada del amor, que por supuesto “lo puede todo”.

Gravísimo error. El amor es hermoso, pero no hay que dejarle todo el trabajo de mantener unida a la pareja. El amor es amor y las reglas del juego son las reglas del juego. Éstas son totalmente independientes del cariño que se tenga hacia la pareja. Incluso podemos decir que las reglas protegen el amor.

Esto último es de suma importancia, pues la inmensa mayoría de los problemas matrimoniales se deben a que uno no está cumpliendo un punto importante del contrato del otro; es decir que hay expectativas que no se están llenando, ¿pero cómo saberlo si nunca se sentaron a hablar de esto?

Entiendo que firmar acuerdos sobre los roles y responsabilidades que tendrá cada quién cuando formen una familia esté aún lejos de llevarse a cabo. ¿Pero podríamos al menos escribirlos? Todavía lo veo difícil. ¿Hablarlos quizá? No lo creo. Comencemos por tenerlos claros nosotros mismos. ¡Sería un gran paso en el camino de “jugar limpio” con nuestra pareja! “Sobre advertencia no hay engaño”, ¿no creen?

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