El estrés no es algo exclusivo del invierno o el otoño sino que también puede aflorar con fuerza durante el verano, una época del año que en apariencia es sinónimo de descanso y relax. ¿Pero qué se esconde detrás del notorio malestar que experimenta una persona estresada?
Aquí tienes la respuesta
1. Con frecuencia, cuando estamos sometidos a una presión excesiva en un ritmo de vida complejo, no escuchamos nuestro cuerpo ni las sensaciones que tenemos. Pero en cambio, al bajar el ritmo de golpe es cuando todas esas sensaciones tienen una intensidad más elevada. Y entonces, nos damos cuenta de que algo no va bien porque hemos ido acumulando dosis de estrés de una forma innecesaria.
2. En otros casos, el estrés también surge cuando las personas están de vacaciones pero en realidad, no han desconectado de los asuntos de la oficina porque tienen la mente puesta en correos electrónicos, asuntos pendientes, facturas… Hasta que no desconectas tu mente del horario laboral no estás literalmente de vacaciones. Por tanto, adelante.
3. Existen personas que asocian tanto su valor con su rendimiento profesional que han dejado en un segundo plano sus relaciones personales. Y en ese caso, cuando llegan las vacaciones se sienten fuera de lugar y con la sensación de que no tienen nada útil que hacer. Al menos, sienten que no tienen algo que les haga sentir bien. Este estrés se produce porque se ha roto la balanza entre la vida personal y el plano profesional.
4. Las nuevas tecnologías suman un estrés añadido, aquel que surge de estar permanentemente conectados ante la sensación de no poder poner freno a ese impulso de saber qué hacen los amigos a través de las redes sociales. En ese caso, piensa que lo importante es vivir tu vida real por encima de tu vida virtual.
Súmate a los beneficios de los paseos al atardecer en verano para poner freno al estrés.