El don del lenguaje simbólico

La capacidad de emplear símbolos surge cuando un bebé empieza a adquirir el lenguaje. Las palabras utilizadas para representar un objeto deben liberar a un niño de la necesidad de mantener un objeto físico real adjunto.

En lugar de simplemente aferrarse o llorar, un niño puede expresarse y ser entendido. Te quiero, te necesito. Y la mamá puede responder, te amo también. El niño empieza a experimentar las relaciones basadas en la reciprocidad. Su mundo se expande junto con su vocabulario.

Mientras se logra una conciencia estable de sí mismo como un individuo único con una existencia permanente en el tiempo, comienza a crear su propia narrativa, la historia de su vida. Se comienza a vincular su experiencia humana con las de otros.

Las relaciones puente de nuestras vidas, nos permiten definirnos a nosotros mismos. Formamos relaciones con la experiencia íntima y al mismo tiempo mantenemos nuestra separación subjetiva.

Cultivar las relaciones

En concierto con otros, nos encontramos con la humanidad feliz. El lenguaje hace posible saber uno del otro profundamente. A medida que maduramos dentro de esas relaciones, también lo hace nuestra conciencia de la mortalidad. Nuestras vidas son finitas.

A la larga pasará a las generaciones y, a menos que sea Proust, Shakespeare o Alejandro Magno, saldrá sólo una onda sutil pero inconfundible en toda la superficie del líquido de la historia.

Todavía estoy aquí. ¿Dónde estás?
Cada interacción en una red social, unas escasas palabras mecanografiadas en una página virtual, tienen el poder de unirnos emocionalmente, aun cuando los zarcillos que nos unieron físicamente pudiesen haber comenzado a romperse. Y, finalmente, todos ellos nos sacaran una lágrima.

Después de que murió mi padre, lo que vino a perder tanto como su presencia corporal, es la conciencia que había acumulado a lo largo de su vida, los archivos de su experiencia humana única. Cada momento compartido en nuestra relación depositada alguna de los que guardo dentro de mí, accesibles cada vez que los llevo a la mente.

Como he escrito anteriormente y otra vez, no hay tiempo en el inconsciente. Nos ubicamos donde nuestra mente nos lleva. Podemos volver a una boda del jardín pintoresco en 1940 o el primer día de jardín de infantes. Venimos a ser psicológicos dentro de un contexto relacional. Como una especie industriosa, logramos identificar las maneras de encontrarnos unos a otros a pesar de los obstáculos monumentales.

La tecnología puede ser fría, a distancia y con aislamiento, pero si usted escucha a los sonidos de las redes sociales, tal vez usted verá cómo se pueden entrelazarse nuestras vidas ahora distantes. A pesar de que los tentáculos de las relaciones que nos unen comienzan a marchitarse con el tiempo es posible poder activar la memoria.

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