En otras palabras, el caos puede conducir a un estado más profundo y más evolucionado, el cual provoca entonces un nuevo y superior orden. Es sólo una participación del proceso en el que dejamos el control. Piense en esto como una espiral en la complejidad, ascender en la escala de desarrollo intelectual, emocional y espiritual.
Una dificultad radica en el hecho de que vivimos con un imperativo cultural (cosmovisión mecanicista newtoniana) que los valores de previsibilidad se evitan, cuando uno abiertamente desprecia la incertidumbre, por no hablar de caos. Sin embargo, sin aceptar cierto grado de caos, nuestras vidas se programan de forma determinista, y esto impide el crecimiento. Una pregunta se planteó recientemente en una clase de pensamiento emergente, que abordó esta cuestión: ¿La transformación personal tiene que ser catalizada por un cierto grado de crisis o de lucha?
Después de un prolongado debate, llegamos a un entendimiento que normalmente lo hace. No automáticamente tratando de restablecer el orden, pero la asistencia como una guía a través del caos hacia una nueva y más la evolucionada de la experiencia. Este es el nuevo territorio que anteriormente mencionamos. Es un terreno de mayor complejidad y riqueza. Las dosis pequeñas o moderadas de caos nos pueden llevar a niveles más altos de la evolución personal. No estoy hablando de caos incontrolado, que produce ansiedad o estados peores. Estoy proponiendo lo que abarca un grado razonable de incertidumbre como el flujo de la vida cuando se presentan oportunidades maravillosas para nuestro enriquecimiento. El caos es simplemente una palabra. Haríamos bien en preguntarnos por qué estamos tan a la defensiva del mismo.
Orden y caos: 1ª parte
Orden y caos: 2ª parte
