El perdón es una decisión personal que en más de una ocasión, plantea un conflicto complejo en aquel que tiene una lucha interior que se debate entre dar el paso de perdonar al otro y el sufrimiento de no poder cerrar esa herida. El primer paso para perdonar parte de recordar que el gesto de disculpar a otra persona no implica ignorar lo que ha pasado, seguir manteniendo el contacto o cualquier idea de este tipo. Perdonar es un acto que realizas por ti mismo, más que por el otro. Perdonar significa cerrar el rencor, sanar las heridas, avanzar unos pasos en el camino de la vida sin seguir estancado en un punto en concreto. No perdonar y recordar un dolor es un acto lesivo para uno mismo, dañino, una forma de autocastigo.
Un paso hacia adelante
Existe un ejercicio personal muy recomendable para aprender a perdonar. Por ejemplo, recuerda en qué situaciones de tu vida te has sentido especialmente bien porque tras haber cometido un error que hirió a otra persona, te sentiste liberado al saberte perdonado. Cuando nos posicionamos en la humildad de personas imperfectas que cometen fallos y errores, entonces, es más fácil avanzar en positivo en el camino de la humildad. Del mismo modo, recuerda algún momento de tu vida en el que tú pediste perdón de corazón, sin embargo, no te sentiste perdonado: ¿Qué sentimiento experimentaste en ese momento? ¿Cómo te hubiese gustado que reaccionase la otra persona? El perdón es la clave sobre cómo reducir la soledad de la soberbia.
Por otra parte, también conviene analizar la situación en sí misma porque puede que la ofensa no haya sido para tanto. Tenemos la capacidad de magnificar ciertas situaciones a partir del dramatismo. Es muy recomendable observar una vivencia desde la objetividad que reporta el paso de los días para no dejar que un hecho puntual te aleje de una persona que ha mostrado buenas intenciones al disculparse.