La música es uno de los elementos esenciales en encuentros sociales, reuniones de amigos y familia. Pues, tal como se conoce, una fiesta no es fiesta sin buena música.
Sin embargo, más allá de animar las fiestas, la música también nos puede acompañar en cualquier situación de la vida diaria. Hay quienes aseguran que la música es una de las artes más sociales que existen, ya que permite comunicar emociones y vivencias.
Pero la música también es un recurso terapéutico al alcance de todos nosotros y aun así no solemos tenerlo en cuenta. Con ella recuperamos la calma perdida, pero también avivamos nuestro ánimo, y sin duda alguna, su compañía puede mejorar nuestra vida.
Aunque quizás puede haber personas que no le gusta la música, ni siquiera a bajo volumen, no deberíamos desestimar ni banalizar los beneficios de la música en nuestra vida cotidiana.
La música es tan poderosa que la simple escucha diaria durante seis meses mejora aspectos cognitivos en personas que se recuperan de daños cerebrales ocasionados por un ictus (Särkämo, 2008).
Aplicaciones de la música como terapia
Tanto en los adultos, cómo niños, la musicoterapia se puede utilizar en casos de psicosis, autismo, enfermedades psicosomáticas, neurosis, geriatría, bulimia, anorexia, discapacidad motora o sensorial, rehabilitación física, emocional, mental y espiritual, drogadicción, embarazo, VIH, enfermedades terminales, cirugías y terapias intensivas.
¿Cómo nos afecta la música?
Para entender cómo actúa y qué efectos produce, tenemos que ser conscientes de su origen físico y vibracional. Lo que definimos como “música” no es más que el resultado de una percepción cerebral a partir de la descodificación y posterior interpretación de una información nerviosa o bioeléctrica.
Un músico no genera música sino vibraciones acústicas. Nuestro sistema auditivo se encarga de traducirlas en impulsos nerviosos para que el cerebro pueda interpretarlos como música en tan solo unas décimas de segundo.
Aunque puedan existir patrones más o menos universales, los efectos de la música en las personas son individuales, pues vienen modulados por las características propias de cada uno. Por esta razón, cuando queremos utilizar la música como un instrumento terapéutico debe ser personalizada.
¿Cómo funciona la musicoterapia?
La sesión de musicoterapia tiene una duración mínima de una hora y se puede escuchar música, producirla mediante la voz, los instrumentos musicales o el propio cuerpo.
La experiencia musical se suele clasificar principalmente en dos formas:
- Pasiva o receptiva: Es toda audición musical en la que el oyente disfruta y aprecia las piezas musicales relajándose sin que intervenga alguna actividad corporal.
- Activa o creativa: Se refiere a la actividad de escuchar alguna pieza y representarla ya sea bailando, saltando, cantando o realizando alguna actividad recreativa o lúdica.
Dato curioso sobre la música y nuestro cuerpo
A principios del siglo XX se comprobó cómo nuestros ritmos fisiológicos se sincronizan con el ritmo y tempo musical. Realizar la prueba es muy fácil: medimos nuestras pulsaciones y ritmo respiratorio, escuchamos música durante 15 minutos y volvemos a hacer las mediciones.
Nuestras pulsaciones se incrementarán si la música es dinámica (volumen alto, ritmo marcado, tempo elevado…). Y disminuirán si, por el contrario, los parámetros son opuestos (menor volumen, poco ritmo, tempo lento…).
Y como si todavía no fuese muy interesante, todas estas variaciones pueden repercutir a otros niveles afectando a nuestra conducta, emociones y funciones cognitivas.
Por ello, al salir de una fiesta donde has estado expuesto a equipos de música para eventos, con muy un alto volumen y ritmo, lo recomendable es tomarse un tiempo para irse a casa. Pues así, la adrenalina bajará y serán mucho más controlados nuestras acciones al conducir o tomar decisiones.
7 maneras de aprovechar la música como terapia
NO LA SUBESTIMES
La música no es una herramienta neutra: puede beneficiarnos o perjudicarnos. Todo depende de cómo la utilices.
ATRÉVETE A CANTAR
La voz es tu mejor instrumento musical, el más perfecto y el más económico. Te acompaña permanentemente y solo debes afinarla. Ya conoces el refrán: “Quien canta sus males espanta”. Te sorprenderán los efectos que produce en otras personas.
DEJA QUE TE CALME
En situaciones de estrés o en épocas de decaimiento, dedica unos minutos a escuchar plácidamente esas obras que sabes que te aportarán lo que necesitas. Tómate tu tiempo.
ÚSALA PARA ACTIVARTE
Es un mecanismo contra la pereza. Si tienes previsto salir a correr, pero te invade la desgana…, ponte unos auriculares y conecta el reproductor. Sin darte cuenta, estarás terminando la sesión, rebosando de endorfinas y satisfecho de tu decisión.
BAILA
Tanto si lo haces en casa, cómo si has realizado el alquiler de un altavoz portátil para una fiesta con tus amigos, no lo dudes ni un segundo… Muévete sin prejuicios ni vergüenza. Cuando conectamos la música con nuestro cuerpo, podemos descubrirnos como seres rítmicos y expresivos. Más allá de hacerlo mejor o peor, podemos encontrar una herramienta curativa.
CONVIÉRTELA EN TU COMPAÑERA
Conéctate a tu música preferida. Durante unos minutos, tus neuronas se dinamizarán y tu cerebro se inundará de mensajeros químicos que te provocarán una sensación de plenitud y bienestar.
DISFRUTA TAMBIÉN DEL SILENCIO.
No olvides que forma parte de la música. Durante esos periodos, nuestro corazón se relaja.
En conclusión, tanto como uso terapéutico o de forma ocasional, la música fomenta el autoconocimiento de las personas permitiendo un aumento de su autoestima y una reducción de sentimientos depresivos, de ansiedad y de estrés.