Dos miradas distintas per complementarias, el futuro y el pasado. Siempre nos están marcando quiénes somos y hacia dónde queremos ir. Es algo intrínseco del ser humano estar signado por estos dos conceptos. El pasado y el futuro determinan nuestras vidas y nos hacen actuar en consecuencia.
Tenemos que tener presente que, desde el punto de vista psicológico, muchas veces estas dos palabras nos hacen actuar y ser de una determinada manera y también nos hacen relacionarnos con nuestro entorno de una forma particular.
Los buenos espacios terapéuticos, por lo tanto, son aquellos en donde tenemos la posibilidad de historizar nuestras vivencias. En ellos podemos ver cuáles fueron nuestras experiencias pasadas, clasificarlas, entenderlas, asimilarlas y comprenderlas, y cómo ellas mismas en ciertos momentos determinan nuestro accionar a futuro.
Por supuesto, nada en el ámbito de la psicología es matemático, y no quiere decir que, si hayamos actuado de determinada manera, en el futuro volvamos a repetir estos actos.
Todo lo contrario, ya habrás escuchado la frase miles de veces: lo cierto es que no es bueno repetir nuestros errores del pasado sino aprender de ellos.
Pero muchas veces sucede que cuando no pudimos aprender de nuestro accionar, tenemos la tendencia de volver a repetir esas formas. Es por ello vital ese buen espacio terapéutico, en donde podamos revivirlas a través de nuestros recuerdos, asimilarlas y ver qué hicimos bien y qué podemos mejorar.
Estos mismo nos permitirá ver con mayor claridad nuestro presente también. Y comprender por qué anhelamos los proyectos a futuro que tengamos, en base a qué mandamientos psicológicos y/o sociales nos basamos y qué es lo que deseamos alcanzar. Ser consecuentes con nuestros deseos nos abrirá las puertas a un espacio en donde no haya mayores remordimientos por nuestro accionar. Desde el punto de vista terapéutico, no es insano sentir culpa, pero sí lo es si esa culpa resulta paralizante para nuestras vidas.
Es importante en este punto saber qué fue de nuestra historia, porque con ella comprenderemos mejor dónde estamos parados, cuáles son nuestras posibilidades y cómo podemos aprender de nuestros errores para no repetirlos en el futuro. Lo crucial en este sentido, es poder ser sinceros con nosotros mismos. ¿Actuamos mal? ¿Pensamos algo erróneo? ¿Nos empecinamos con una idea, deseo, sentimiento que ya no funcionaba para nuestro bienestar y el de que nos rodeaba?
Preguntas así podrán clarificar nuestro presente, entender por qué sentimos lo que sentimos, ya sea frustración, tristeza, ansiedad, nostalgia, miedo, dudas o quizá bienestar, felicidad, placer, y demás sensaciones que estemos experimentando. Lo sensato, pues bien, será entonces comprender que nuestro pasado si bien es parte de nuestra historia, muchas veces volverá a nuestro presente y también a nuestro futuro si nos han quedado cosas sin resolver o que hayamos deseado actuar diferentes.
Recomendamos, por lo tanto, si estás haciendo algún tipo de terapia, poder trabajar en estos aspectos. Muchas veces pensamos solo en el futuro, relegando el presente y olvidándonos de nuestro pasado. Esto mismo es un grave error si es que queremos ser consecuentes con lo que nos pasa y tenemos verdaderas intenciones de progresar terapéuticamente hablando en pos de mejorar los sentimientos actuales que nos invaden.