Cómo Controlar los Ataques de Mal Genio

Tal vez te hayas sorprendido a ti mismo en más de una ocasión con un ataque de mal genio que, en primer lugar, te amarga a ti mismo. Un ataque que posiblemente no se materialice en forma de malos modos a nivel exterior pero sí a nivel de rabia interior que te hace perder un día estupendo, rumiando pensamientos negativos. Y una vez que te hayas recuperado de este ataque de ira, lo más posible es que incluso te sientas mal contigo mismo por haberte puesto de este modo por una tontería. Sin duda, este tipo de situaciones deben ayudarnos a cambiar. ¿Cómo controlar los ataques de mal genio?

Cómo Controlar los Ataques de Mal Genio

Consejos para controlar este enfado

  • 1. Es posible que sientas que tu pensamiento está enrededado en una nube de ideas negativas. En ese caso, este es un buen momento para salir a la calle, dar uno pasos, caminar y distraerte. Es evidente que no siempre estarás en disposición de hacerlo, sin embargo, puedes abrir las ventanas de la habitación en la que estás, y respirar el aire puro. Esto te calmará.
  • 2. No digas nada de lo que luego te vas a arrepentir. Y sobre todo, modera el tono de voz porque la intensidad de tu frustración aumenta cuando gritas. Si necesitas estar un rato a solas para calmarte, hazlo.
  • 3. Eres un adulto. Por tanto, compórtate como tal. Y si no somos capaces de controlar nuestros impulsos, entonces, debemos pedir ayuda profesional. La terapia psicológica es especialmente efectiva para controlar estos ataques de enfado repentinos.
  • 4. Bebe un vaso de agua. Algo tan sencillo también puede ayudar a liberar esa tensión que en muchos casos se acumula en la boca del estómago en un momento de estrés.
  • 5. Piensa en algún episodio pevio en el que te sentiste del mismo modo, y el malestar pasó antes de lo que habías imaginado. Ahora va a ocurrir lo mismo. Por tanto, no conviertas esta emoción en una vivencia de carácter absoluto.
  • 6. No alimentes el ego que solo conduce al orgullo de querer tener la razón. En la vida es más importante ser feliz que tener la razón. Y hay que tener mucho cuidado con el orgullo porque es el elemento determinante por el que muchas personas pasan años sin hablarse después de un enfado. Es decir, el orgullo, lejos de invitar al perdón y la reconciliación, produce el efecto contrario.

Si te enfadas de un modo relativamente frecuente, entonces, intenta hacer un seguimiento del porqué. Por ejemplo, anota en un diario qué situaciones son aquellas que más te hacen sufrir, qué pensamientos vienen a tu mente en esos momentos. Y cuál es tu reacción inmediata. Párate a pensar en ello porque este es el primer paso para corregirlo. Merece la pena hacer cambio, en primer lugar, por tu propio bienestar ya que la ira es perjudicial para el corazón. Produce una tensión y un estado de alerta que, en forma de veneno, recorre el organismo. Empieza por quererte a ti mismo, relájate y disfruta del momento presente.

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